Una de las competencias básicas de los municipios, sea cual fuere su tamaño, es la recogida de los residuos urbanos. El volumen de los residuos que producimos ha ido creciendo vertiginosamente en las últimas décadas y con ello el gasto de las corporaciones locales y los problemas de toda índole asociados al incremento del consumo. Las soluciones que los Ayuntamientos han ido adoptando para gestionar esta competencia son variadas aunque hay dos características muy extendidas: de una parte la tendencia de los municipios más pequeños a mancomunarse para gestionar conjuntamente buena parte del proceso, sobre todo la relativa a su tratamiento final, y de otra, la tendencia a prestar el servicio de forma indirecta a través de una contrata. Hay que tener en cuenta que el coste medio en España de la recogida y tratamiento de los residuos domiciliarios superaba en el año 2011 los 65 euros por habitante lo que supone un gasto anual total superior a los 3.000 millones de euros. Es evidente que se trata de un volumen de negocio impresionante que explica perfectamente por qué la recogida y tratamiento de residuos se ha convertido en los últimos años en uno de los codiciados objetivos de las grandes constructoras que han creado sus divisiones empresariales específicas. Y este hecho explica también por qué hay tantos intereses en juego en los concursos de adjudicación de dichos servicios o tantos conflictos judiciales de índole penal en torno a la gestión de los vertederos, por ejemplo. El volumen de la “tarta” de la basura despierta toda clase de intereses, apetencias y pasiones poco confesables entre algunos políticos y empresarios. Hablamos de un negocio seguro que no ofrece riesgos mientras los ciudadanos no cambiemos de hábitos y, visto lo visto, se comprende perfectamente por qué nuestros gobernantes no están dispuestos a promover alternativas.
Esta semana ha sido noticia relevante el hecho de que el Ayuntamiento alicantino de Monforte del Cid ha iniciado un período de pruebas para realizar la recogida de las basuras en su casco histórico con un carro tirado por un caballo. El anuncio ha tenido un gran impacto mediático y ha sido bien recibido por la mayoría de los ciudadanos. A la sorpresa y curiosidad generada, también se han unido en algunos casos críticas por considerarlo un atraso e, incluso, virulentos ataques alegando un inexistente maltrato animal. El Ayuntamiento ha explicado que se trata de una medida más dentro de un ambicioso Programa Integral de Residuos, pionero en España, que aborda de forma global y desde una perspectiva diferente el problema de la recogida y el tratamiento de los residuos y que busca la sostenibilidad medioambiental y económica de la misma. Este Plan prevé implantar la separación doméstica de todos los residuos para aprovecharlos al máximo y su recogida domiciliaria, la creación de puestos de trabajo en la localidad, la reducción de costes, la fabricación de biocombustibles, la elaboración de compost de alta calidad destinado a la regeneración de los suelos agrícolas del municipio y una considerable reducción de los restos que finalmente terminan en el vertedero. Todo ello se traducirá, una vez que esté en pleno funcionamiento, en un considerable ahorro en los costes de la recogida y tratamiento de las basuras y en nuevos ingresos para la hacienda municipal que permitirían, llegado el caso, prácticamente eliminar la actual tasa que grava este servicio.
Hay quien habla de involución y atraso por el hecho de se quiera usar un carro, por muy moderno que sea, tirado por un caballo percherón. Es cuestión debatible pero no conviene olvidar que no todos los supuestos avances lo son en realidad y que no todo lo antiguo es descartable por si mismo. Hace unas décadas el uso de ciertos pesticidas y fertilizantes agrícolas era lo más avanzado, hasta que se descubrieron los efectos cancerígenos de algunos de esos productos. Hoy, lo más moderno y sano es consumir productos “ecológicos”, productos naturales cultivados y elaborados sin aditivos, tal y como se producían hace 100 ó 200 años. ¿Involución? No, verdadero progreso. Usar un caballo de tiro, un caballo de una raza genéticamente preparada para ello, con un carro moderno que aprovecha los avances tecnológicos, para recoger puerta a puerta la basura es recuperar un sistema que antaño era útil, que permite revitalizar unas razas equinas en proceso de desaparición, que no contamina ni con humos ni con ruidos y que es mucho más barato que los actuales camiones que transitan por nuestras calles. Es una apuesta por un sistema de tracción tradicional perfectamente adecuado a una configuración y características urbanas concretas.
En todo caso, con ser anecdótica y llamativa la recuperación de este sistema de recogida, lo verdaderamente relevante es el Plan en el que se enmarca. Un ambicioso Plan innovador, global, audaz y ecológicamente impecable. Un Plan que supone un cambio de paradigma, una revolución que rompe con el modelo generalizado en los municipios españoles y al que resignadamente se vienen sometiendo y destinando, uno tras otro, una importante parte de sus recursos económicos. La Corporación monfortina ha apostado de forma unánime por un nuevo modelo basado sobre todo en el compromiso ciudadano con su entorno y su pueblo, en la implicación del vecino sin cuya colaboración activa se hace difícil su desarrollo. No hay involución alguna. Se trata más bien de una revolución que rompe con los esquemas vigentes asumidos como los únicos posibles y que son dictados por las poderosas multinacionales del sector. Se trata más bien de un profundo cambio de mentalidad, de los hábitos, de los procedimientos, de los objetivos y de la filosofía de un servicio público cuyo desarrollo debe beneficiar fundamentalmente al vecino y no a las grandes empresas. Y, por último y no menos importante, se trata de un cambio muy significativo de actitud política de los dirigentes locales que implica una enorme valentía para poner en marcha un Plan tan ambicioso como éste. Esta es la diferencia entre gestionar y/o administrar lo que hay y gobernar, tomar decisiones, a veces difíciles y comprometidas, para transformar una realidad que no gusta. En este sentido, la Alcaldesa de Monforte del Cid está dando un claro ejemplo de liderazgo, de capacidad de gobierno y de compromiso social con el respaldo de la Corporación municipal. Con toda seguridad, no van a faltar dificultades ni obstáculos para hacer realidad este cambio de paradigma, pero se trata, sin duda, de una hermosa y apasionante aventura que merece la pena. Lo que hasta ahora ha venido siendo un negocio para unos pocos puede y debe ser un negocio, en el sentido más amplio y elevado de la palabra, para la propia comunidad vecinal.
Santiago de Munck Loyola
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